
En esta ocasión me quedé con "la familia" que, por muy mafioso que pueda sonar, es una de las mejores cosas que he escrito nunca, lo cual de ninguna manera quiere decir que sea bueno. Pero, a pesar de que a mi me parece perfecta, está coja. Tiene cuatro páginas y el mínimo del certamen es cinco. Ni con trucos de espaciado y demás parafernalia puedo alargarla más. Además, no sé si quiero. Cuando una historia te sale de golpe, como fue el caso de esta, es ella misma la que decide su final. No soy capaz de decirle que tiene que crecer, aunque quizá podamos negociar. Seguramente, "la familia" piense, como yo, que los límites mínimos son molestos y, en ocasiones, ridículos para todo lo que no sea regularizar y estandarizar un texto.
¿Querrá alargarse un par de líneas? Sé que es testaruda. Es fruto de esos días inspirados en los que se tiene claro el tono, el tema, la extensión y la imagen. No forma parte de esas historias a las que les gusta cambiar con el paso del tiempo y que, con cada modificación, suenan mejor. No, ella se siente redonda. ¿Quién soy yo para llevarle la contraria? Eso sí, creo que tengo que seguir intentándolo. De hecho hay un salto entre el penúltimo y el último párrafo que es su punto débil. Quizá por ahí puedo entrar. Es una contrincante dura, pero en peores situaciones me he visto. Todavía recuerdo cuando cambié dos líneas de "La Pared" y al final me la premiaron. Sé que esa es la historia para esta ocasión, como en su momento lo supe de aquella. Y si no gana... bueno, será porque otras son mejores.
Imagen: Pexels
El relato es bueno si tú disfrutas al escribirlo, si es tu obra pura, tu criatura, lo demás no importa, es competencia, concurso, no le resta ni le da valor ganar o dejar de hacerlo. Yo soy más feliz escribiendo y leyéndolo a los colegas de tinta del taller de escritura creativa que mandando a concursos de vete a saber que criterio tienen para juzgar tu obra... :)
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