martes, 15 de marzo de 2016

Mis relatos, a concurso

Nunca me ha gustado enviar nada de lo que escribo a concursos. Me da miedo que lo juzguen, que lo destrocen, que lo destripen. La crítica me asusta, porque para mí, cada historia que termino es como un pequeño pedazo que se me escapa de entre los dedos y termina en varias páginas.

Una chica escribe en un cuaderno y un ordenador al mismo tiempoAsí pues, cuando por fin decido que voy a presentar algo, lo paso fatal decidiendo cuál de todas las historias será la adecuada. ¿Él? ¿La fotógrafa? ¿La niña mágica? ¿La familia? A todos los conozco de memoria, todos me parecen igual de dignos y me merecen el mayor de los respetos. Normalmente, leo las bases del concurso e inmediatamente me viene a la cabeza un relato concreto. Sí, me los conozco todos de memoria. Sé cuál escribí por diversión, cuál por una idea fantástica y cuál por una necesidad acuciante de jugar con las palabras. Son mis mejores amigos, son ratos maravillosos golpeando un teclado, con los cinco sentidos puestos en el cursor que se desplaza a la derecha hasta formar una línea completa. Por eso suelo escoger rápidamente el que encaja con el concurso concreto, por mucho que eso me duela, al despreciar al resto.



En esta ocasión me quedé con "la familia" que, por muy mafioso que pueda sonar, es una de las mejores cosas que he escrito nunca, lo cual de ninguna manera quiere decir que sea bueno. Pero, a pesar de que a mi me parece perfecta, está coja. Tiene cuatro páginas y el mínimo del certamen es cinco. Ni con trucos de espaciado y demás parafernalia puedo alargarla más. Además, no sé si quiero. Cuando una historia te sale de golpe, como fue el caso de esta, es ella misma la que decide su final. No soy capaz de decirle que tiene que crecer, aunque quizá podamos negociar. Seguramente, "la familia" piense, como yo, que los límites mínimos son molestos y, en ocasiones, ridículos para todo lo que no sea regularizar y estandarizar un texto.

¿Querrá alargarse un par de líneas? Sé que es testaruda. Es fruto de esos días inspirados en los que se tiene claro el tono, el tema, la extensión y la imagen. No forma parte de esas historias a las que les gusta cambiar con el paso del tiempo y que, con cada modificación, suenan mejor. No, ella se siente redonda. ¿Quién soy yo para llevarle la contraria? Eso sí, creo que tengo que seguir intentándolo. De hecho hay un salto entre el penúltimo y el último párrafo que es su punto débil. Quizá por ahí puedo entrar. Es una contrincante dura, pero en peores situaciones me he visto. Todavía recuerdo cuando cambié dos líneas de "La Pared" y al final me la premiaron. Sé que esa es la historia para esta ocasión, como en su momento lo supe de aquella. Y si no gana... bueno, será porque otras son mejores.

Imagen: Pexels

1 comentario:

  1. El relato es bueno si tú disfrutas al escribirlo, si es tu obra pura, tu criatura, lo demás no importa, es competencia, concurso, no le resta ni le da valor ganar o dejar de hacerlo. Yo soy más feliz escribiendo y leyéndolo a los colegas de tinta del taller de escritura creativa que mandando a concursos de vete a saber que criterio tienen para juzgar tu obra... :)

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